Cuando los críticos,
estudiosos, aficionados y demás se enfrentan a las primeras obras de grandes
talentos, hay varias formas de abordar el tema. Y es que los Orson Welles que
debutan con Ciudadano Kane son
excepción. Como en todos los órdenes de la vida, empezar en el arte es cuestión
de ensayo-error hasta que cada cual halle su camino, y al principio abundan más
los fallos que los aciertos. Al menos esto fue así un tiempo. Ahora, el cine
está lleno de debutantes que planifican sus óperas primas como si fuesen el
desembarco de Normandía con objeto de llamar la atención y colarse en las
grandes ligas. Estos debuts llenos de intuiciones y búsquedas hacen que los grandes
directores nos suenen más entrañables, y los veamos como gente cercana a
nosotros, balbucientes y osados, buscando en su juventud caminos que a veces no
se abren con la necesaria rapidez. Como todos en sus respectivos campos.
Viene todo lo anterior
a cuenta de que acaba de salir en DVD la primera película de Stanley Kubrick, Fear and Desire, que durante décadas fue
un mito. Imposible de ver, el futuro autor de una serie de obras maestras irrepetibles
de la Historia del Cine renegó de ella. La filmó con 24 años, con más
desfachatez que vergüenza. Tras una brillante carrera como fotógrafo de prensa
y dos cortos documentales en su haber, se decidió a dar el salto al
largometraje. El film se presupuestó en 10.000 escasos dólares aunque problemas
de postproducción lo elevaron a 20.000. Kubrick sangró a su familia para
financiarlo, en especial a un acaudalado tío suyo que tenía una próspera cadena
de Drugstores. El equipo fueron 13
personas incluyendo a los actores y a tres mexicanos que hacían de mozos para
llevar los bártulos. El director tuvo que tirar de amiguetes –ríanse ustedes de
los de Santiago Segura-, como un colaborador suyo en su época de fotógrafo de
la revista Life u otro ingeniero que
estaba de vacaciones y se encargó de la parte eléctrica. El guión fue obra de
Howard Sackler, un incipiente escritor compañero de clase de Kubrick en
secundaria destinado a ganar el Pulitzer en 1968 con su novela La gran esperanza blanca. La entonces
esposa del ambicioso director, Toba, ocupo el extraño cargo de “directora de
diálogos”, como si Kubrick tuviese miedo de encargarse de la parte más teatral
de su film. Hizo otras cosas, más o menos reconocidas, aunque las tensiones
generadas por Fear and Desire acabaron con su matrimonio, que ya estaba tocado.
De los actores, sólo destacan Frank Silvera y Paul Mazursky, que con el tiempo llegaría
a ser un destacado cineasta con títulos como Una mujer descasada, Harry y
Tonto, Enemigos: una historia de amor o Próxima
parada: Greenwich Village, entre otras. Una vez terminado, el film lo
distribuyó Joseph Burstyn, especializado en mover filmes de autor y europeos.
Fue el que introdujo en Estados Unidos el Neorrealismo europeo. Burstyn merece
una nota muy destacada en la Historia del Cine, pues cuando intentó distribuir
en Nueva York Los siete pecados capitales,
film colectivo italiano, vio como las autoridades del estado le denegaban la
licencia de exhibición. La excusa es que el episodio de Roberto Rosellini, La envidia, era sacrílego. Burstyn recurrió a
los tribunales y el caso llegó al Supremo de los Estados Unidos, que en una
sentencia histórica amparó la exhibición del film y fue un gran impulso a la
libertad de expresión en el arte cinematográfico, una batalla de la que los
historiadores no se hacen mucho eco, pero fue crucial.
Burstyn estrenó en
marzo de 1953 Fear and Desire, y hubo
algunas reseñas entusiastas, como la del New
York Times. Pero la película no tuvo repercusión, no hizo un duro y pronto
salió del circuito. Y seguramente, de la Historia con mayúsculas de no haberse
convertido su aguerrido director en quien fue. Y aquí nace la leyenda. Cuando
Kubrick se convirtió en el gran Kubrick persiguió implacablemente su ópera
prima, con el celo obsesivo que ponía en sus películas. Burstyn murió
tempranamente poco después de presentar Fear
and Desire y los derechos del film quedaron en el aire. Cada vez que
Kubrick se enteraba de que una copia surgía de las nieblas del tiempo y salía
al aire como el resto de un naufragio la compraba y la destruía. Tuvo la suerte
de que una película tan minoritaria no se hubiese copiado mucho. A pesar de su
fama de excéntrico, Kubrick siempre tuvo muy presente su imagen, y sabía que
ese prematuro film dañaba mucho su reputación del “más grande de todos los
tiempos”, como llegó a ser considerado. Alguien más relajado y con más sentido
del humor podría haber soltado la mano en Fear
and Desire y haberla presentado con ironía y como una baza, ya que demostraba
como su director había evolucionado desde su ópera prima. Pero Kubrick no era
así. Su control ajedrecístico de su vida y su obra –era muy bueno en el tablero
de ajedrez. En sus precarios inicios se ganaba la vida jugando y en las pausas
en los rodajes montaba partidas para relajarse- le impedía asumir ese fallo. Así
que Fear and Desire fue una especie
de santo grial, la ópera prima de un admirable cineasta que nadie podía ver y
que dejaba incompleta una filmografía no demasiado extensa. Como suele ocurrir
con las persecuciones y las prohibiciones, el interés por ver Fear and Desire aumentaba a cada nuevo
libro sobre el cineasta que hablaba de su pequeño mito.
A pesar de la
autopersecución kubrickiana, el film fue reapareciendo poco a poco, para
suponemos amargar los últimos años de su director. A primeros de los años 90 se
encontró un negativo en la casa Eastman, ya que era norma de la empresa
quedarse con copias de los filmes que positivaban en sus laboratorios. A partir
de ahí, se empezó a distribuir en algunos festivales y en algunos pases
especiales. Kubrick, que al no tener ningún derecho legal sobre Fear and Desire no podía evitarlo, añadió
más leña al fuego aireando una carta donde se disculpaba por el film, que lo
único que consiguió fue acrecentar el
interés. Fue lo que le ocurrió a Paul Newman cuando una televisión emitió su
primer trabajo como actor, un desastroso film bíblico llamado El cáliz de plata. También hizo una
disculpa pública que consiguió que la película fuese récord de audiencia. El
caso es que la ópera prima de Kubrick se vio en circuitos especializados hasta
que en 2010 se encontró una nueva copia en un laboratorio de Puerto Rico. A
raíz de ella se restauró digitalmente gracias a un programa de la Biblioteca
del Congreso –las que habían circulado hasta entonces estaban muy deterioradas-
y se ha editado en DVD, amén de pases en canales temáticos de las televisiones
de pago. Sesenta años después de su realización, Fear and Desire ha dejado de ser un santo grial y ya es accesible,
perdiendo su encanto mítico después de tanto tiempo.
Es el problema de
enfrentarse ahora a este film, verlo de forma desapasionada. Más de medio siglo
de leyendas sobre él pesan mucho. Pero más aún está presente todo lo que
sabemos del Stanley Kubrick posterior. No es fácil ver Fear and Desire sabiendo lo mal que hablaba de él su propio padre.
Pero mucho menos al tener en la cabeza títulos como Lolita, Teléfono rojo…, 2001 y demás maravillas. Así que
invariablemente se cae en el “juego del director”, es decir, buscar en este
largometraje los indicios de la futura carrera de su autor. Como intentar
deducir lo que iba a ser la obra de Picasso a raíz de sus dibujos escolares.
Cualquier perspectiva angulosa escrita al margen de un manual de matemáticas
será vista como una precoz prueba del cubismo, en vez la temblorosa mano de un
niño que no dominaba aún el medio. El problema es ver el arte como una cuestión
teocrática, como si los grandes creadores fuesen desde el principio eternos, en
vez de tomarlos como humanos que tienen que aprender como todo el mundo.
Kubrick demostró una gran ambición, que no le abandonaría nunca, al enfrentarse
en solitario a su primer film y hacerlo al margen de la industria. Podía haber
intentando colarse en Hollywood por la puerta ortodoxa o haber hecho una serie
B más rentable y que le hubiese puesto en el mapa. Pero optó por un film bélico
de talante existencialista, muy dialogado, retórico y pedante. Fear and Desire nos presenta a un
pelotón de soldados perdidos detrás de las líneas enemigas que quiere volver
con los suyos. No trata de ninguna guerra concreta –al principio una voz en off
nos recuerda de forma pomposa ese tema- aunque la baratura del film se nota
demasiado. Los uniformes parecen sacados de algún rodaje anterior, por ejemplo.
Cuando el teniente que manda el pelotón dice a sus hombres que es una lástima
que no pudiesen sacar las armas del avión en el que han sido derribados, parece
oírse la voz del jefe de producción al no haberlas podido conseguir para el
rodaje. En sus aventuras, pasan algunas cosas, pero todas muy estrafalarias. Por
ejemplo, los actores encarnan a la vez a los soldados perdidos y a sus
enemigos, con un juego del doble que resulta forzado y retórico, acompañados de
unos diálogos bastante dolorosos de oír. Es curioso como Kubrick planifica
algunas secuencias, como un estudiante de cine: así, el montaje del momento en
que asaltan una cabaña y matan a unos enemigos, con bastantes planos,
centrándose en las manos que chapotean en el estofado derramado que estaban a
punto de comer. Sorprendente en un cineasta que en el futuro sería más conocido
por sus largas escenas que por su fragmentación en el montaje. Montaje que es
bastante torpe, por otro lado. El propio Kubrick se encargó de él, así como de
la fotografía. Tal vez esta falta de pericia técnica en un cineasta conocido
como todo lo contrario es la que motivó el autosecuestro de Fear and Desire. O tal vez fue el
momento en que el soldado encarnado por Paul Mazursky, fuera de sí, empieza a
recitarle fragmentos de La tempestad
a la campesina que han detenido (curioso, pues con los años Mazursky rodaría
una heterodoxa versión del drama de Shakespeare). Según parece el público se rió
bastante en este fragmento en los pases de 1953, algo que Kubrick no debió
olvidar tan fácilmente.
Sin embargo, podemos
jugar al “juego del director” en este film fallido. Lo primero es ver la
asombrosa capacidad de aprendizaje de Kubrick. Tras Fear and Desire rodó la más entonada El beso del asesino y acto seguido su primera obra importante, Atraco perfecto, donde las imprecisiones
de su primer largometraje estaban olvidadas. Luego está su magnífica calidad
fotográfica, que luce implacablemente en la versión restaurada. Sorprende ver
en un film tan pobre estas poderosas imágenes, que demuestran que su ambicioso
director aún no dominaría el lenguaje del cine, pero el de la fotografía, que era
su oficio, sí. Eso le lleva ya a sacar sus famosos primeros planos, sobre los
que Michel Ciment discurrió en su célebre libro sobre Kubrick. Rostros con gran
significación expresiva, que incluso se abstraen algo de las narraciones y
tienen sentido por sí mismos, mostrando la verdadera naturaleza del personaje y
tal vez lo que oculta. Hay en Fear and
Desire algunos de estos, estos sí firma del maestro. Temáticamente, lo más
fácil es encuadrar este film en los antimilitaristas que Kubrick rodó después,
como Senderos de gloria, Teléfono rojo… o La chaqueta metálica. La locura de Mazursky hace pensar en
desdichado recluta patoso de la incursión vietnamita de su director, y los
delirantes discursos del general enemigo recuerdan a los muchos más demoledores del
general Ripper en Teléfono rojo…. Pero
más allá, Fear and Desire es la
primera muestra del interés del director por mostrar a seres humanos atrapados
en engranajes que le superan. Los soldados de sus películas bélicas, el
escritor de El resplandor en el hotel
embrujado, Barry Lyndon en su sociedad dieciochesca, Humbert en un matrimonio
provinciano, etc., todos acaban tocados por el ambiente y haciendo cosas
inverosímiles. El pelotón perdido de Fear
and Desire tiene respuestas filosóficas ante su alienación, pero
afortunadamente en el futuro Kubrick las daría más cinematográficas.
El DVD que hace unas
semanas editó Divisa tiene además tres extras que completan definitivamente la
filmografía de Stanley Kubrick y que hace que ahora sí toda su obra se halle
disponible en formato doméstico. Son los tres cortos documentales que hizo el
director por esos años. Al primero, Day
of the Fight, le tenía bastante cariño, y es que éste sí fue su debut en el
cine. Basándose en una serie de fotografías que había hecho, filma durante 9
tensos minutos el día de un boxeador que esa noche tiene un combate decisivo. Rodada
para uno de los noticieros de la época, tiene todo el inigualable estilo de
este tipo de filmaciones. Kubrick tuvo que inspirarse bastante en él para su
segundo film, El beso del asesino.
Respecto a Flying Padre, el director
también renegó de él, calificándolo de una solemne tontería. En este caso, el
juicio es excesivo, pues es un competente reportaje sobre un sacerdote católico
que para atender a su diseminada parroquia en Nuevo México utiliza una avioneta
para desplazarse. La gran sorpresa es la presencia de The Seafarers, otra de las películas malditas de Kubrick. Muchos de
los trabajos sobre el director no la mencionan, y el propio Stanley no le dio
mucho bombo. Y es que contradiciendo la postura de independencia total de
Kubrick, fue un encargo, un auténtico video industrial sobre las bondades de un
sindicato de marineros y las ventajas de afiliarse a él. Que se viera obligado
a hacerlo para ganar algo de dinero tras el fracaso de Fear and Desire tuvo que empeorar su recuerdo.
Y esto no acaba aquí,
pues la breve pero intensa filmografía de Stanley Kubrick mantiene su capacidad
de seguir asombrando 14 años después de su muerte. Y es que hace unos meses se
presentó en Londres la versión restaurada de El resplandor, con la media hora que se quitó en montaje tras la
mala recepción al film en sus primeros pases. Esperamos que alguien la traiga
por aquí o la edite en DVD. Mientras, conformémonos con redescubrir los primeros
trabajos de uno de los grandes de la historia del cine.
¿Y el título del post, por cierto?
ResponderEliminarCuriosísima, la historia. No conocía la existencia de esta película.
Nos vemos en unos días "por allí arriba", Maese Alcancero. Cuídese, en el ínterin.
El título es una vieja frase, "Los gitanos no quieren buenos principios" pues eso augura un final desastroso. Obviamente hace referencia a que después de un debut tan fallido Kubrick se convirtió en un grande. Y sí, nos vemos el día D, aunque nosotros salimos ya mañana para hacer escala en Salamanca. Disfrute de sus últimos días de soltero.
ResponderEliminarPues, a mí, es un director que, digamos, considerado globalmente, no me interesa demasiado, pero de los que hay que reconocer su capacidad para crear imágenes poderosísimas.
ResponderEliminarHe visto muchas de sus películas muchas veces, sólo para reencontrarme con un puñado de secuencias geniales, que, creo han supuesto en la cultura visual actual un ascendente innegable.
Esta primera peli habrá que verla. ¿No fue Truffaut (a éste lo adoro)quien dijo que las películas respiran por sus errores? Un abrazo.
Yo soy kubrickiano a muerte, lo que más admiro es como fue capaz de hacer una obra personal aislándose en una casa inglesa, sin someterse a la dictadura de los medios de comunicación ni de la vida social para hacer méritos y dejarse ver para trepar.Fue un tipo difícil pero insobornable, que desde su retiro hacía que todos bailasen su agua. Además de ser un cineasta exigente y nada complaciente con el público, pues su misantropía se extendió por sus tramas,poco humanistas. Un abrazo.
ResponderEliminarComo para llevárselo una a casa, vamos (disculpe la broma). Será que soy perfectamente sobornable y que nunca he entendido éso de la "coherencia con uno mismo" y ese tipo de expresiones. Tuve una profesora estupenda que decía que la perfección no deja pasar a nadie; aunque entiendo lo que Usted dice. Un beso.
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