sábado, 15 de junio de 2013

El productor



En uno de esos blogs que deje abandonados en su momento en la red contaba la visita de Elías Querejeta a Alcances 2007, donde le dimos el homenaje. Lo escribí poco después de la misma, con lo que todo era fresco y recién producido, casi con la urgencia del dietario. Han pasado casi seis años (glups) de aquella experiencia, y ahora recién desaparecido el productor creó que toca recuperarla. Sin embargo, como este es un blog personal, lo que traducido resulta que tengo autolicencia para plantear las cosas a mi bola, no voy a recuperar aquel texto, que tengo grabado en Word, como todos estos posts. El objetivo no es fusilar lo escrito hace seis años –para ello lo volvería a copypastear- sino recordar aquella visita con la patina que da el tiempo. Sigue siendo para mí uno de los grandes momentos de mi época de director artístico de Alcances, por la categoría del personaje y por las vivencias. Han venido otros grandes nombres, aunque pocos a la altura de su leyenda. Recuerdo cierto prestigioso director que precisamente hizo un legendario dúo con Querejeta que fue una completa decepción, así que si se muere, igual opto por el silencio. Ni siquiera voy a leer aquel post, igual lo hago cuando el presente se halle convenientemente colgado y a su disposición. Supongo que las anécdotas que recuerdo ahora son las que ha tamizado el tiempo, y las sensaciones que hayan cruzado este río de años son las que valen.


Aunque habría que decir que la primera cosa que no nos esperábamos es que Elías Querejeta iba a morirse en la España de ‘La prima Angélica’. Cuando vino a Cádiz aún no había explotado la burbuja de los cullons, Zapatero nos hacía creer que otra sociedad –dependencia, alianza de las civilizaciones, memoria histórica, etc.- era posible y el mito de la sacrosanta Transición aún funcionaba. Ahora, ya se sabe, los confesores son los que dictan las políticas de los gobernantes y los obispos vuelven a lo suyo. Cuando más lo necesitábamos se nos muere, cuando el cine español que él tanto defendió y tanto representó en lo bueno y en lo malo está herido de muerte por los amigos de la Conferencia Episcopal. En lo bueno por su compromiso artístico y social, en lo malo porque demostró una vez más que nuestra industria fílmica depende más de francotiradores avanzados que de una planificación y de un sistema. Eso del compromiso no es una frase hecha en el caso de Querejeta. En los días del homenaje, alguien que no era de su círculo íntimo pero que trabajó con él me dijo que en tiempos de dificultades económicas no recortó a nadie de su personal, fieles escuderos que llevaban con él mucho tiempo. Y eso se notó en Cádiz. Vinieron con él al homenaje, y eran un grupo bien avenido. Elías era como el abuelo gruñón, objeto de burlas cariñosas por parte de los suyos. Recuerdo que le daban la brasa con el vestuario. Iba a subir al escenario del Falla con su sempiterno jersey, y ellos le tomaban el pelo con que debía vestirse elegante. No ganaron, por supuesto, ya que una marca de fábrica es una marca de fábrica. En todo caso, en estos tiempos mendaces de jefecillos que por salvar sus privilegios –dicen que es el miedo al paro, pero en realidad es el miedo a perder el status y convertirse en vulgares ciudadanos- traicionan a sus amigos de años, ese productor salvando  a su gente no dejaba de ser un ejemplo.



¿Qué fue lo que más me impresionó? La fuerza que aún mantenía. Sabíamos que ya no estaba al cien por cien, pues años atrás le había dado un jamacuco del que nunca se recuperó del todo. Pero la sensación de energía contenida era casi física. En la primera cena que tuvimos en Cádiz, lo tuve enfrente y sentir su mirada era toda una experiencia. Sus ojos claros se introducían en tu cerebro, como si te sacase hasta tu último secreto. Pensaba en aquella mirada mucho más joven escudriñando a algún incauto defendiendo su proyecto de película. Tenía fama de persona difícil. La responsable de otro festival donde acudió previamente nos acojonó un poco, contándonos como lo habían tenido que cambiar de habitación y como la había liado parda. Pero aquí afortunadamente solo hubo pinceladas de su legendario mal carácter. De hecho, hubo un par de veces en que dijo que iba a tomárselo con filosofía. Al llegar al hotel mostró las uñas cuando le pidieron el DNI. Cuando en la primera cena vio un plato de gallo rebozado puso mala cara –luego supimos que como buen donostiarra era un gourmet- pero luego disfrutó. El momento más tenso ocurrió sin estar yo presente. En los días del homenaje el Cádiz estaba en las breves manos de Baldasano, ese tipo que salió en meses de allí por patas –y cuyo director deportivo era Vicente del Bosque, ignorante de las glorias que le reservaba el destino- y una de las cosas promocionales que hacían era dar camisetas firmadas por los jugadores a personalidades relevantes. Aprovechando que Querejeta era futbolero como buen ex jugador de la Real Sociedad que fue en sus años mozos, se hizo uno de estos actos. Fue en el hotel la mañana que se iba. Estaban los del Cádiz, algún concejal, pero el productor estaba desayunando y no tenía interés en acudir. Había que levantarlo de la mesa para recibir la camiseta y hacerse las fotos de rigor. Ante la presión empezó a malhumorarse, con lo que al final el homenaje podía emborronarse. Hasta que una compañera tuvo la feliz idea de decirle, “Elías, hombre, que la Real Sociedad ganó ayer fuera”. La invocación de su antiguo equipo fue mágica. Como decían en El secreto de sus ojos, un hombre puede cambiar de familia, de creencias, pero nunca de pasiones.




Este amor por el deporte no era pasajero. Lo recogí en Sevilla cuando llegó en AVE para llevarlo a Cádiz, y en el coche –conducía otro, obviamente-recordó como en sus tiempos de jugador vino a disputar un partido contra el Sevilla y marcó el gol de la victoria. El día de su homenaje alcancero, se jugaba una semifinal de baloncesto, no recuerdo si un mundial o un europeo, donde se hallaba la selección española, que había iniciado ya su etapa de gloria internacional. En el trayecto entre el hotel donde se alojaba la expedición y el Teatro Falla se paraba en cada bar para preguntar cómo iba y atisbar  algo en los televisores. Siempre me pregunté si alguno de aquellos parroquianos supo quien era aquel enérgico anciano vestido con un jersey verde en el cálido septiembre gaditano que irrumpía en el bar en busca de información “Oye, ¿tú sabes quién es Querejeta? ¿No era ese?”.  De hecho, como en aquel 2007 lo de los smartphones no estaba desarrollado, hubo que mandar a alguien a los bares aledaños al Falla a preguntar el desenlace del partido antes de iniciar la gala. Pero al final Elías Querejeta disfrutó, tanto que sacó a la alcaldesa a bailar cuando coincidieron en el escenario. Tantos afanes tuvieron su recompensa.


Querejeta innovó  en muchas cosas, sobre todo en tácticas para esquivar a la censura. Lo que hacía era meter en los guiones escenas señuelo que sabía iban a ser inevitablemente cortadas, con el objetivo de salvar las problemáticas que si eran fundamentales para la película en cuestión. En Cádiz nos contó una anécdota maravillosa que demuestra los límites del llamado “Nuevo Cine Español” de los 60 y de cómo el régimen se lo tomaba como una capa maquilladora. La recogí en el libro que escribí con motivo del 40 aniversario de Alcances. La caza estaba esperando el veredicto de madame la censura, y Saura y Querejeta andaban nerviosos. Tanto, que el productor acabó llamando a la casa de García Escudero, a la sazón Director General de Cinematografía –y futuro instructor del sumario del 23-F-. Este se hallaba almorzando y atendió al teléfono con indisimulado mal humor. “Si, Elías, habéis pasado la censura. Pero espero algún día me expliques que significa esta mierda de película”. Luego, estos mismos jerarcas la pasearon por el mundo y se fotografiaron con los premios que recogió. Las cosas no han cambiado mucho hoy en día.



No voy a hacer una glosa general de la figura de Elías Querejeta. Solo diré otro recuerdo personal de aquel Alcances 2007. Montamos una exposición con los carteles de las películas que había producido. Mirándolos, me di cuenta de lo cojo que se hubiera quedado el cine español sin el productor donostiarra. Allí estaban los afiches de La caza, La prima Angélica, Cría cuervos, El espíritu de la colmena, El sur, El desencanto, Tasio, Los lunes al sol, etc. Imagínense nuestra historia fílmica sin estas y otras muchas obras. Y sin su talento para descubrir talentos. De hecho, el homenaje tuvo la virtud de que conociéramos a un director brasileño que había trabajado para él y pronto empezaría una asombrosa carrera con sus cortos Apuntes sobre el otro y Una historia para los Modlins. Sergio Oksman inició así su relación con Alcances que le ha llevado hasta la fecha a ser jurado y ganar dos premios. Cuando el pasado febrero recogió su Goya por los Modlins, se lo dedicó especialmente. Fue como un homenaje prepóstumo en nombre de todos aquellos a los que su gran visión lanzó.




Y nada más. Solo decirles que pocas semanas después del Homenaje se estrenó uno de sus últimos filmes, Siete mesas de billar francés, dirigida por su hija Gracia. La película estaba dedicada a todo su equipo, gran parte del cual había estado en Alcances. Sus nombres figuraban al final, y sentí una punzadita al saber que durante un fin de semana yo había acariciado ese mundo.


2 comentarios:

  1. Y qué poco ruido metía el tío.

    Estupendo post, Maese Miranda. Ya le preguntaré en directo un par de dudas que tengo que no se pueden comentar en una plaza pública cual ésta.

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  2. Bueno, metía poco ruido públicamente. Hubo varios intentos como es lógico para escribir libros sobre su trayectoria, pero él nunca lo puso fácil, aunque al final empezó a aceptar homenajes y a salir en documentales contando su experiencia. Pero en privado y en el gremio era otra cosa. Celebro que le haya gustado el post tras el barroquismo conceptual del de Dalí. Quedo expectante con esas dudas privadas, aunque ya le adelanto que nadie ligo en el homenaje alcancero (o al menos, yo no me enteré).

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