lunes, 18 de marzo de 2013

Los gitanos no quieren buenos principios




Cuando los críticos, estudiosos, aficionados y demás se enfrentan a las primeras obras de grandes talentos, hay varias formas de abordar el tema. Y es que los Orson Welles que debutan con Ciudadano Kane son excepción. Como en todos los órdenes de la vida, empezar en el arte es cuestión de ensayo-error hasta que cada cual halle su camino, y al principio abundan más los fallos que los aciertos. Al menos esto fue así un tiempo. Ahora, el cine está lleno de debutantes que planifican sus óperas primas como si fuesen el desembarco de Normandía con objeto de llamar la atención y colarse en las grandes ligas. Estos debuts llenos de intuiciones y búsquedas hacen que los grandes directores nos suenen más entrañables, y los veamos como gente cercana a nosotros, balbucientes y osados, buscando en su juventud caminos que a veces no se abren con la necesaria rapidez. Como todos en sus respectivos campos.

Viene todo lo anterior a cuenta de que acaba de salir en DVD la primera película de Stanley Kubrick, Fear and Desire, que durante décadas fue un mito. Imposible de ver, el futuro autor de una serie de obras maestras irrepetibles de la Historia del Cine renegó de ella. La filmó con 24 años, con más desfachatez que vergüenza. Tras una brillante carrera como fotógrafo de prensa y dos cortos documentales en su haber, se decidió a dar el salto al largometraje. El film se presupuestó en 10.000 escasos dólares aunque problemas de postproducción lo elevaron a 20.000. Kubrick sangró a su familia para financiarlo, en especial a un acaudalado tío suyo que tenía una próspera cadena de Drugstores. El equipo fueron 13 personas incluyendo a los actores y a tres mexicanos que hacían de mozos para llevar los bártulos. El director tuvo que tirar de amiguetes –ríanse ustedes de los de Santiago Segura-, como un colaborador suyo en su época de fotógrafo de la revista Life u otro ingeniero que estaba de vacaciones y se encargó de la parte eléctrica. El guión fue obra de Howard Sackler, un incipiente escritor compañero de clase de Kubrick en secundaria destinado a ganar el Pulitzer en 1968 con su novela La gran esperanza blanca. La entonces esposa del ambicioso director, Toba, ocupo el extraño cargo de “directora de diálogos”, como si Kubrick tuviese miedo de encargarse de la parte más teatral de su film. Hizo otras cosas, más o menos reconocidas, aunque las tensiones generadas por  Fear and Desire acabaron con su matrimonio, que ya estaba tocado. De los actores, sólo destacan Frank Silvera y Paul Mazursky, que con el tiempo llegaría a ser un destacado cineasta con títulos como Una mujer descasada, Harry y Tonto, Enemigos: una historia de amor  o Próxima parada: Greenwich Village, entre otras. Una vez terminado, el film lo distribuyó Joseph Burstyn, especializado en mover filmes de autor y europeos. Fue el que introdujo en Estados Unidos el Neorrealismo europeo. Burstyn merece una nota muy destacada en la Historia del Cine, pues cuando intentó distribuir en Nueva York Los siete pecados capitales, film colectivo italiano, vio como las autoridades del estado le denegaban la licencia de exhibición. La excusa es que el episodio de Roberto Rosellini, La envidia, era sacrílego. Burstyn recurrió a los tribunales y el caso llegó al Supremo de los Estados Unidos, que en una sentencia histórica amparó la exhibición del film y fue un gran impulso a la libertad de expresión en el arte cinematográfico, una batalla de la que los historiadores no se hacen mucho eco, pero fue crucial.



Burstyn estrenó en marzo de 1953 Fear and Desire, y hubo algunas reseñas entusiastas, como la del New York Times. Pero la película no tuvo repercusión, no hizo un duro y pronto salió del circuito. Y seguramente, de la Historia con mayúsculas de no haberse convertido su aguerrido director en quien fue. Y aquí nace la leyenda. Cuando Kubrick se convirtió en el gran Kubrick persiguió implacablemente su ópera prima, con el celo obsesivo que ponía en sus películas. Burstyn murió tempranamente poco después de presentar Fear and Desire y los derechos del film quedaron en el aire. Cada vez que Kubrick se enteraba de que una copia surgía de las nieblas del tiempo y salía al aire como el resto de un naufragio la compraba y la destruía. Tuvo la suerte de que una película tan minoritaria no se hubiese copiado mucho. A pesar de su fama de excéntrico, Kubrick siempre tuvo muy presente su imagen, y sabía que ese prematuro film dañaba mucho su reputación del “más grande de todos los tiempos”, como llegó a ser considerado. Alguien más relajado y con más sentido del humor podría haber soltado la mano en Fear and Desire y haberla presentado con ironía y como una baza, ya que demostraba como su director había evolucionado desde su ópera prima. Pero Kubrick no era así. Su control ajedrecístico de su vida y su obra –era muy bueno en el tablero de ajedrez. En sus precarios inicios se ganaba la vida jugando y en las pausas en los rodajes montaba partidas para relajarse- le impedía asumir ese fallo. Así que Fear and Desire fue una especie de santo grial, la ópera prima de un admirable cineasta que nadie podía ver y que dejaba incompleta una filmografía no demasiado extensa. Como suele ocurrir con las persecuciones y las prohibiciones, el interés por ver Fear and Desire aumentaba a cada nuevo libro sobre el cineasta que hablaba de su pequeño mito.



A pesar de la autopersecución kubrickiana, el film fue reapareciendo poco a poco, para suponemos amargar los últimos años de su director. A primeros de los años 90 se encontró un negativo en la casa Eastman, ya que era norma de la empresa quedarse con copias de los filmes que positivaban en sus laboratorios. A partir de ahí, se empezó a distribuir en algunos festivales y en algunos pases especiales. Kubrick, que al no tener ningún derecho legal sobre Fear and Desire no podía evitarlo, añadió más leña al fuego aireando una carta donde se disculpaba por el film, que lo único que consiguió fue  acrecentar el interés. Fue lo que le ocurrió a Paul Newman cuando una televisión emitió su primer trabajo como actor, un desastroso film bíblico llamado El cáliz de plata. También hizo una disculpa pública que consiguió que la película fuese récord de audiencia. El caso es que la ópera prima de Kubrick se vio en circuitos especializados hasta que en 2010 se encontró una nueva copia en un laboratorio de Puerto Rico. A raíz de ella se restauró digitalmente gracias a un programa de la Biblioteca del Congreso –las que habían circulado hasta entonces estaban muy deterioradas- y se ha editado en DVD, amén de pases en canales temáticos de las televisiones de pago. Sesenta años después de su realización, Fear and Desire ha dejado de ser un santo grial y ya es accesible, perdiendo su encanto mítico después de tanto tiempo.

Es el problema de enfrentarse ahora a este film, verlo de forma desapasionada. Más de medio siglo de leyendas sobre él pesan mucho. Pero más aún está presente todo lo que sabemos del Stanley Kubrick posterior. No es fácil ver Fear and Desire sabiendo lo mal que hablaba de él su propio padre. Pero mucho menos al tener en la cabeza títulos como Lolita, Teléfono rojo…, 2001 y demás maravillas. Así que invariablemente se cae en el “juego del director”, es decir, buscar en este largometraje los indicios de la futura carrera de su autor. Como intentar deducir lo que iba a ser la obra de Picasso a raíz de sus dibujos escolares. Cualquier perspectiva angulosa escrita al margen de un manual de matemáticas será vista como una precoz prueba del cubismo, en vez la temblorosa mano de un niño que no dominaba aún el medio. El problema es ver el arte como una cuestión teocrática, como si los grandes creadores fuesen desde el principio eternos, en vez de tomarlos como humanos que tienen que aprender como todo el mundo. Kubrick demostró una gran ambición, que no le abandonaría nunca, al enfrentarse en solitario a su primer film y hacerlo al margen de la industria. Podía haber intentando colarse en Hollywood por la puerta ortodoxa o haber hecho una serie B más rentable y que le hubiese puesto en el mapa. Pero optó por un film bélico de talante existencialista, muy dialogado, retórico y pedante. Fear and Desire nos presenta a un pelotón de soldados perdidos detrás de las líneas enemigas que quiere volver con los suyos. No trata de ninguna guerra concreta –al principio una voz en off nos recuerda de forma pomposa ese tema- aunque la baratura del film se nota demasiado. Los uniformes parecen sacados de algún rodaje anterior, por ejemplo. Cuando el teniente que manda el pelotón dice a sus hombres que es una lástima que no pudiesen sacar las armas del avión en el que han sido derribados, parece oírse la voz del jefe de producción al no haberlas podido conseguir para el rodaje. En sus aventuras, pasan algunas cosas, pero todas muy estrafalarias. Por ejemplo, los actores encarnan a la vez a los soldados perdidos y a sus enemigos, con un juego del doble que resulta forzado y retórico, acompañados de unos diálogos bastante dolorosos de oír. Es curioso como Kubrick planifica algunas secuencias, como un estudiante de cine: así, el montaje del momento en que asaltan una cabaña y matan a unos enemigos, con bastantes planos, centrándose en las manos que chapotean en el estofado derramado que estaban a punto de comer. Sorprendente en un cineasta que en el futuro sería más conocido por sus largas escenas que por su fragmentación en el montaje. Montaje que es bastante torpe, por otro lado. El propio Kubrick se encargó de él, así como de la fotografía. Tal vez esta falta de pericia técnica en un cineasta conocido como todo lo contrario es la que motivó el autosecuestro de Fear and Desire. O tal vez fue el momento en que el soldado encarnado por Paul Mazursky, fuera de sí, empieza a recitarle fragmentos de La tempestad a la campesina que han detenido (curioso, pues con los años Mazursky rodaría una heterodoxa versión del drama de Shakespeare). Según parece el público se rió bastante en este fragmento en los pases de 1953, algo que Kubrick no debió olvidar tan fácilmente.



Sin embargo, podemos jugar al “juego del director” en este film fallido. Lo primero es ver la asombrosa capacidad de aprendizaje de Kubrick. Tras Fear and Desire rodó la más entonada El beso del asesino y acto seguido su primera obra importante, Atraco perfecto, donde las imprecisiones de su primer largometraje estaban olvidadas. Luego está su magnífica calidad fotográfica, que luce implacablemente en la versión restaurada. Sorprende ver en un film tan pobre estas poderosas imágenes, que demuestran que su ambicioso director aún no dominaría el lenguaje del cine, pero el de la fotografía, que era su oficio, sí. Eso le lleva ya a sacar sus famosos primeros planos, sobre los que Michel Ciment discurrió en su célebre libro sobre Kubrick. Rostros con gran significación expresiva, que incluso se abstraen algo de las narraciones y tienen sentido por sí mismos, mostrando la verdadera naturaleza del personaje y tal vez lo que oculta. Hay en Fear and Desire algunos de estos, estos sí firma del maestro. Temáticamente, lo más fácil es encuadrar este film en los antimilitaristas que Kubrick rodó después, como Senderos de gloria, Teléfono rojo… o La chaqueta metálica. La locura de Mazursky hace pensar en desdichado recluta patoso de la incursión vietnamita de su director, y los delirantes discursos del general enemigo  recuerdan a los muchos más demoledores del general Ripper en Teléfono rojo…. Pero más allá, Fear and Desire es la primera muestra del interés del director por mostrar a seres humanos atrapados en engranajes que le superan. Los soldados de sus películas bélicas, el escritor de El resplandor en el hotel embrujado, Barry Lyndon en su sociedad dieciochesca, Humbert en un matrimonio provinciano, etc., todos acaban tocados por el ambiente y haciendo cosas inverosímiles. El pelotón perdido de Fear and Desire tiene respuestas filosóficas ante su alienación, pero afortunadamente en el futuro Kubrick las daría más cinematográficas.

El DVD que hace unas semanas editó Divisa tiene además tres extras que completan definitivamente la filmografía de Stanley Kubrick y que hace que ahora sí toda su obra se halle disponible en formato doméstico. Son los tres cortos documentales que hizo el director por esos años. Al primero, Day of the Fight, le tenía bastante cariño, y es que éste sí fue su debut en el cine. Basándose en una serie de fotografías que había hecho, filma durante 9 tensos minutos el día de un boxeador que esa noche tiene un combate decisivo. Rodada para uno de los noticieros de la época, tiene todo el inigualable estilo de este tipo de filmaciones. Kubrick tuvo que inspirarse bastante en él para su segundo film, El beso del asesino. Respecto a Flying Padre, el director también renegó de él, calificándolo de una solemne tontería. En este caso, el juicio es excesivo, pues es un competente reportaje sobre un sacerdote católico que para atender a su diseminada parroquia en Nuevo México utiliza una avioneta para desplazarse. La gran sorpresa es la presencia de The Seafarers, otra de las películas malditas de Kubrick. Muchos de los trabajos sobre el director no la mencionan, y el propio Stanley no le dio mucho bombo. Y es que contradiciendo la postura de independencia total de Kubrick, fue un encargo, un auténtico video industrial sobre las bondades de un sindicato de marineros y las ventajas de afiliarse a él. Que se viera obligado a hacerlo para ganar algo de dinero tras el fracaso de Fear and Desire tuvo que empeorar su recuerdo.

Y esto no acaba aquí, pues la breve pero intensa filmografía de Stanley Kubrick mantiene su capacidad de seguir asombrando 14 años después de su muerte. Y es que hace unos meses se presentó en Londres la versión restaurada de El resplandor, con la media hora que se quitó en montaje tras la mala recepción al film en sus primeros pases. Esperamos que alguien la traiga por aquí o la edite en DVD. Mientras, conformémonos con redescubrir los primeros trabajos de uno de los grandes de la historia del cine.


5 comentarios:

  1. ¿Y el título del post, por cierto?

    Curiosísima, la historia. No conocía la existencia de esta película.

    Nos vemos en unos días "por allí arriba", Maese Alcancero. Cuídese, en el ínterin.

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  2. El título es una vieja frase, "Los gitanos no quieren buenos principios" pues eso augura un final desastroso. Obviamente hace referencia a que después de un debut tan fallido Kubrick se convirtió en un grande. Y sí, nos vemos el día D, aunque nosotros salimos ya mañana para hacer escala en Salamanca. Disfrute de sus últimos días de soltero.

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  3. Pues, a mí, es un director que, digamos, considerado globalmente, no me interesa demasiado, pero de los que hay que reconocer su capacidad para crear imágenes poderosísimas.

    He visto muchas de sus películas muchas veces, sólo para reencontrarme con un puñado de secuencias geniales, que, creo han supuesto en la cultura visual actual un ascendente innegable.
    Esta primera peli habrá que verla. ¿No fue Truffaut (a éste lo adoro)quien dijo que las películas respiran por sus errores? Un abrazo.

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  4. Yo soy kubrickiano a muerte, lo que más admiro es como fue capaz de hacer una obra personal aislándose en una casa inglesa, sin someterse a la dictadura de los medios de comunicación ni de la vida social para hacer méritos y dejarse ver para trepar.Fue un tipo difícil pero insobornable, que desde su retiro hacía que todos bailasen su agua. Además de ser un cineasta exigente y nada complaciente con el público, pues su misantropía se extendió por sus tramas,poco humanistas. Un abrazo.

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  5. Como para llevárselo una a casa, vamos (disculpe la broma). Será que soy perfectamente sobornable y que nunca he entendido éso de la "coherencia con uno mismo" y ese tipo de expresiones. Tuve una profesora estupenda que decía que la perfección no deja pasar a nadie; aunque entiendo lo que Usted dice. Un beso.

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